Descripción
Cuando los madereros habían terminado y el eco de sus sierras había desvanecido, todo lo que quedaba tras ellos no era más que una pila de troncos, cuyo aroma a madera recién cortada inundaba la escena. En materia de semanas -tras haber sido apilados ordenadamente en la parte trasera de su camioneta- terminarían en el aserradero.
Ahora, si nos encontrásemos en otro lugar, en otro tiempo. Capaces de hacer que estos troncos volvieran a la vida de nuevo y que fueran más que un pensamiento del pasado, tendríamos que hacer uso de nuestros recuerdos. Y tendríamos que jugar, del modo en que juegan los niños, apilando y construyendo con ellos, de un modo completamente natural, guiados por el instinto.
Reseñas
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