Descripción
Todos estos fenómenos, junto con nuestro lenguaje y nuestros pensamientos, puede ser representado por medios de un sistema gráfico gracias a la invención the su elemento más básico. Incluso para mostrar una sucesión de eventos en el tiempo, como los propios de un árbol genealógico, el vértice ha probado ser la herramienta gráfica ideal.
En arquitectura, el vértice clásico es el ángulo recto. Esto no fue siempre así, de hecho; las culturas primitivas tendían a preferir la curva, debido a la mayor cohesión que ofrecía la forma circular y la posibilidad de situar una cúpula o cono sobre dicha forma. Como Vitruvio explicó en su tratado en arquitectura, fueron los Egipcios, Griegos y Romanos quienes consolidaron una arquitectura en forma de rectángulo. Desde entonces, los arquitectos han estado sometidos a la tiranía del ángulo recto. Para la solución de una miríada de problemas -desde la repartición de propiedad urbana y carreteras, hasta la maximización económica del espacio y de elementos prefabricados, incluyendo los propios materiales (comenzando por ladrillos)- los arquitectos no tienen más opción que aceptar la impracticabilidad del ángulo recto como indispensable. Un elemento que le viene dado a su trabajo. Esto ha resultado en la pérdida de subjetividad, la limitación de la expresividad y la estandarización y, en una palabra, normalización.
Y, aun así, este juego, El Ángulo Recto, Las Escuadras, nos aporta una muestra de las consecuencias de la «normalidad» y «objetividad» del ángulo recto, en lugar de ser una simple figura sin significado, funciona como una suerte de accidente. Un sutil giro, un cambio en el orden, un momento de perturbación, jugando con su función obvia; cualquier acción tal de transformarlo en un nuevo evento -uno con consecuencias imposibles de predecir.
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